A pesar de que la situación de violencia de género es aterradora (los asesinatos, las violaciones, los maltratos, los sueldos más bajos, las discriminaciones múltiples, etc.) tiene una explicación que es tan simple que parece imposible.
Nos tenemos que remontar a tiempos inmemoriales, antes de la Edad Media para entender que las comunidades se organizaban según los talentos de cada una de las personas.
Los señores feudales prestaban protección a las comunidades y éstas, a su vez, pagaban los diezmos que los señores marcaban a través del cultivo de las tierras comunales. Estos espacios eran de los señores feudales pero parte del usufructo era para las personas que las hacían producir, si bien es justo decir que los usufructos eran muy precarios y justo daban para asegurar la subsistencia de los pueblos. De todas formas ahora sabemos, tal como indican estudiosas como Silvia Federici,
que la vida era posible. En este entorno las mujeres gestionaban los espacios comunales y tenían tanta importancia en las comunidades como cualquier otra persona. Los señores, a pesar de que gozaban de privilegios terribles como el derecho de pernada, no siempre los ejercían. La historia va hacia adelante y los nobles empiezan a considerar que si desposeen a sus súbditos de las tierras éstos trabajaran por un salario (recibían sal por su trabajo) podrían tener mayores beneficio pues podían fijar el sueldo que les viniera bien. La ciudadanía acostumbrada a su “libertad” de movimientos no aceptó tan alegremente la nueva situación y de manera más contundente las mujeres fueron quienes más se opusieron pues perdían las tierras comunales. Los campos fueron vallados y empezó el concepto del salario. Muchas mujeres que se negaron a aceptar esta nueva situación fueron llevadas a la hoguera acusadas de brujería. Era la incipiente aparición del sistema capitalista y lo primero que había que hacer era desposeer a las mujeres de sus dotes y propiedades. Cabe indicar que la gran incentivadora de este cambio de paradigma económico fue la Iglesia Católica y que como dice Silvia Federici en su más que recomendable libro “El Calibán y la Bruja” el capitalismo fue impuesto desde la brutalidad y la barbarie. A partir de ahora las mujeres quedaban desposeídas de sus pertenencias, de sus hijos que pasaban a ser considerados mano de obra perteneciente a los amos y de sus cuerpos que gestionarían los Gobiernos según sus necesidades (pensemos que este tema aún continua vigente: las mujeres no son libres de decidir qué hacen con sus cuerpos e incluso algunas comunidades aceptan el aborto de niñas o incluso su asesinato).
Pasan los siglos y llegamos a la Revolución Francesa.
A pesar de que las mujeres formaban el gran ejército contra la Monarquía, la declaración de los derechos de los Hombres excluía expresamente a las mujeres. Uno de los padres del texto tantas veces aclamado Rousseau, aseguraba que las mujeres no eran ciudadanas y esta declaración no les podía ser aplicada.
¿De qué estamos hablando, pues? De la instauración del androcentrismo, es decir, la consideración de que los hombres son la medida de todas las cosas y las mujeres un error necesario para la procreación y la obtención de mano de obra. Las mujeres, pues, son consideradas en perpetua minoría de edad.
Esta idea cobra muchísima más importancia a partir de la Revolución Industrial

en la que se da la separación sexual del trabajo, esto es, primero hay que asegurar el trabajo a los hombres y lo que queda puede ser otorgado a las mujeres cuyo máximo cometido es procrear para asegurar la mano de obra en las fábricas. Pero no nos equivoquemos, las mujeres hemos estado siempre en todos los lugares, pero no aparecíamos en los registros al objeto de generar la indefensión necesaria para poder ser abusadas impunemente. En este sentido os recomiendo que veáis la película: “ Las Sufragistas” en la que esta situación aparece de una forma muy clara e ilustrativa.
La idea androcéntrica fue naturalizada, es decir “esencializada” desde diversos ángulos: la ciencia aseguraba la inferioridad del sexo femenino, la religión tachaba de impuro todo ser que no fuera masculino, la filosofía aseguraba la falta de talento intelectual de las mujeres…y así hasta nuestros días ¿Os habéis preguntado por qué en la escuela no habéis estudiado la obra de artistas, filósofas, científicas, etc.? Se nos convirtió en invisibles para poder continuar con esta teoría androcéntrica a través de la cual las mujeres nos convertimos en seres utilizables, abusables… inferiores y destinados a satisfacer los deseos y privilegios de los hombres. Por su parte, aquellos hombres que no han querido utilizar sus privilegios han sido y continúan siendo castigados socialmente con el peligro de dejar de pertenecer a la comunidad, una de las necesidades básicas de las personas.
Así pues, desde este recorrido tan simplista y veloz podemos darnos cuenta como los intereses económicos y el miedo, fueron la semilla de los despropósitos históricos y actuales. Aunque nos parezca imposible todavía hay muchos hombres que consideran que las mujeres son suyas y tienen todos los derechos sobre ellas, incluyendo todo tipo de violencias.
Esta “esencialización” de la inferioridad física, intelectual y moral de las mujeres continua vigente y la reconocemos cada vez que alguien considera que una mujer ha sido violada porque iba provocando con su vestuario. La tradición se ha encargado de fijar conceptualizaciones que son un verdadero despropósito y nos ha convertido a las mujeres en representantes del mal; la femme fatale; o de la virtud excelsa; la Virginal y sumisa. De esta manera sólo habría dos modelos de mujeres: las femme fatales poco menos que diabólicas de las que habla Navokov en su novela Lolita y que es considerada una obra maestra de la literatura universal a la que es necesario redimir con la violencia; y la Madonna Virgen que sirve para el cuidado de la casa y de las criaturas, totalmente asexuada y que por no tener, no tiene ni la regla. Y con todo este embrollo lo que realmente ha pasado es que las mujeres hemos dejado de saber qué supone ser mujer y los hombres han dejado de saber que supone ser hombre.
Os propongo que en el próximo artículo hablemos de los estereotipos, es decir, qué es lo que nos han dicho que es ser mujer y qué nos han dicho que es ser hombre ¿Os parece?
